5/11825 - Quinto Domingo de Pascua
Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
En el Evangelio de hoy, nos encontramos en el cenáculo. Jesús acaba de lavar los pies de sus discípulos. Él sabe que su Pasión está cerca, y sin embargo, en esta hora de prueba, no les da un largo discurso ni una instrucción complicada. En su lugar, les da un mandamiento sencillo, uno que resume toda la vida cristiana: “Ámense los unos a los otros. Como yo los he amado, así también deben amarse ustedes los unos a los otros.” Él no dice: “Ámense cuando sea fácil”, o “cuando estén de acuerdo”, o “cuando lo merezcan.” No. Jesús ama de manera sacrificial, paciente, perdonando, incluso hasta la muerte. Ese es el amor que definirá a su Iglesia. “En esto conocerán todos que ustedes son mis discípulos.”
Hoy, ese amor se hace visible de una manera hermosa: en la Primera Comunión de nuestros niños. Qué momento tan sagrado es este — para ellos, para sus familias y para toda nuestra parroquia. En un mundo que a menudo va demasiado rápido y olvida lo sagrado, nuestros niños están encontrándose con el mismo Jesús en la Eucaristía — no con un símbolo, no con un recuerdo, sino con la Presencia Real de Cristo. Este es el amor del que hablaba Jesús: un amor que alimenta, que se entrega, que dice: “Este es mi Cuerpo, entregado por ustedes.”
Niños, hoy Jesús entra en su corazón de una manera especial. Pero hay algo aún más asombroso: Él los ha amado desde siempre, incluso antes de que nacieran. Y hoy les dice: Bienvenidos, sientense a mi mesa. Ustedes son mios. Y a ustedes, queridos padres y abuelos: gracias por haber sembrado la semilla de la fe. Hoy están viendo el fruto de ese amor. Por favor, ayúdenlos a seguir creciendo en esa fe y en ese amor.
Esta semana también, toda la Iglesia ha recibido una señal de renovación: la elección del Papa León XIV. Un hombre humilde, originario de Estados Unidos y Perú, formado en la espiritualidad de San Agustín, que ahora asume el lugar de Pedro. Su nombre — León — nos recuerda a grandes papas del pasado, como San León Magno y León XIII, hombres de gran inteligencia y valentía. Pero la misión de este Papa, como la de Jesús, no está fundada en el poder, sino en el amor. En sus primeras palabras como Papa, nos recordó que debemos ser una Iglesia de paz, de justicia y de misericordia, especialmente con los pobres y los olvidados. Oremos por él, y escuchemos su voz. La Iglesia está viva, y el Espíritu Santo está obrando.
Al unir todos estos momentos — el mandamiento de Jesús de amar, la alegría de la Primera Comunión, y la esperanza de un nuevo Papa — recordamos lo que verdaderamente es la Iglesia: No solo una institución, sino un cuerpo vivo, una familia de fe, una comunidad de amor.Entonces, preguntémonos hoy:
¿Estoy amando como Jesús ama? ¿Llevo ese amor a mi familia, a mi trabajo, a mi vecindario? ¿Estoy ayudando a estos niños a crecer no solo en edad, sino también en santidad? Que cada uno de nosotros dé respuesta a Jesús y a su amor por cada uno de nosotros, y ese corresponder a su amor nos hará felices en esta vida y por toda la eternidad en el cielo.
“Ámense los unos a los otros como yo los he amado.”
¡Que Dios los bendiga a todos siempre!
P. Stan